Lluvia - Chuva

 No todo lo que ocurre afuera es paisaje. - 

Llovía, y los grises del asfalto se confundían con los grises del alma. Pero brillaban, los del asfalto por el agua de lluvia, los del alma, por ese tipo de desaliento que, de tan cristalino, espeja. Eran las 3 de la tarde; no las 5 de la tarde como el poema de Federico; y desde que amaneciera, estábamos esperando lluvia por la dirección de las nubes y la pesadez atmosférica.

Así, de esa forma son las cosas cuando uno tiene más pasado que futuro. ¿Aunque quien puede decir que cuenta con futuro? Al final, solo somos un puñado de recuerdos que no podemos tocar, pero que, sin embargo, son los moldes viejos en los que creamos la forma que los demás observan.

Detesto estos momentos, y no obstante, sé que son los que me libran de cadenas.

Los que rompen por desgaste mi paciencia y me dejan tan desnuda de pasión como cuando vine al mundo, pero tan hambrienta de todo, también. Pero, ya no necesitada.

Sé que puedo cambiar la página sin dejar el tema y seguir activa sin desconectarme.

¡Claro que paró la lluvia! … Como para incomodarme.

Pero la lluvia es solo agua condensada por fenómenos físicos y precipitada a tierra en forma de gotas para volver a iniciar el ciclo. ¿Qué puede influir la lluvia, de verdad, a cosas que no sean habitantes del mundo vegetal, y que de él dependa su existencia?

Así cree el hombre moderno, mis brillantes y agudos contemporáneos; que una lechuga necesita de lluvia, pero que vincular una ensalada al clima es perturbación mental y en el mejor de los casos, desorden cognoscitivo.

Ahora mismo, si pudiera ver la sana desazón de quien me lee – si es que alguien logró llegar hasta aquí - estaría dándome, sin saberlo, la pauta cierta de mi cordura.

Los truenos regresan desde la cercana lejanía, muy actuales a los tiempos. Quizá llueva nuevamente.

(En Portugués)

Chovia, e os cinzas do asfalto se confundiam com os cinzas da alma. Mas brilhavam: os do asfalto, pela água da chuva; os da alma, por esse tipo de desalento que, de tão cristalino, reflete. Eram três da tarde; não cinco da tarde como no poema de Federico; e desde o amanhecer esperávamos chuva pela direção das nuvens e pelo peso da atmosfera.

Assim são as coisas quando se tem mais passado do que futuro. Ainda que, afinal, quem pode dizer que tem futuro? No fim, somos apenas um punhado de lembranças que não podemos tocar, mas que, no entanto, são os moldes antigos nos quais criamos a forma que os outros observam.

Detesto esses momentos e, no entanto, sei que são eles que me libertam das correntes.
Os que, por desgaste, rompem minha paciência e me deixam tão nua de paixão quanto quando vim ao mundo, mas igualmente faminta de tudo. Porém, já não necessitada.

Sei que posso virar a página sem abandonar o tema e seguir ativa sem me desconectar.

Claro que a chuva parou… Como se fosse para me incomodar.

Mas a chuva é apenas água condensada por fenômenos físicos e precipitada à terra em forma de gotas, para então reiniciar o ciclo. Que influência real pode ter a chuva sobre algo que não pertença ao mundo vegetal, e do qual dependa sua existência?

Assim pensa o homem moderno, meus brilhantes e agudos contemporâneos: que uma alface precisa de chuva, mas que vincular uma salada ao clima é perturbação mental e, no melhor dos casos, desordem cognitiva.

Agora mesmo, se eu pudesse ver a saudável desorientação de quem me lê — se é que alguém conseguiu chegar até aqui — estaria recebendo, sem que o saiba, a prova mais certa da minha lucidez.

Os trovões retornam desde a proximidade distante, muito atuais aos tempos. Talvez volte a chover.